Si hay un concepto vigente para absolutamente toda elección popular, incluso por encima de la democracia, es el de gratuidad pues al poner un mínimo de atención a absolutamente toda campaña política, veremos que la médula, el cimiento, es la promesa de que van a darte algo gratis.
Rompamos ese paradigma, hablemos de la gratuidad y otras mentiras. La palabra gratis deriva de la raíz proto-indoeuropea gwere que tiene como significado alabar en voz alta. Actualmente, el uso de la palabra hace honor a su significado original, sobre todo cuando estamos en tiempos electorales o hablamos de casi cualquier tema en materia política.
Es común escuchar por todos lados promesas que garantizan salud para todos, educación, vivienda, internet o cuanto más puedan ofrecer en aras de sonar llamativos y concretar sus intereses políticos, que distan mucho de esa utopía imposible, a fin de cuentas todo mundo sabe que no hay nada gratis en esta vida. A estas personas gustosas de darle a sus discursos el mismo significado de la raíz antes mencionada se les llama populistas y son potencialmente peligrosos.
¿Qué sucede cuando las mentiras de un populista lo llevan al poder?
Pues se da cuenta que efectivamente todo tiene un costo y que de algún modo se debe obtener el recurso que le permita cumplir todas esas promesas, igualmente se da cuenta de que el Estado es incapaz de producir y como tal, echa mano de quienes sí producen: los ciudadanos.
De tal modo, tenemos un gobierno sanguijuela que para sostenerse absorbe cuanto puede del ciudadano al que después pretende mantener. Casi como si te quitara tus $20 pesos que tenías para comprarte una paleta, pero descuida, que él te la va a comprar, eso sí, te la da bajo ciertas condiciones y te olvidas de elegir el sabor o de que tenga fecha de caducidad ¡Y ni hablar del cambio!
Ahora entendemos, a grosso y simple modo, cómo funciona el concepto de gratuidad que manejan los populistas.
Debemos entender que lo gratuito no es sinónimo de programa social o seguridad social, que simplemente te están cobrando por adelantado un servicio en pésimas condiciones y que quizá ni vas a utilizar. Con esto no afirmo estar en contra de la ayuda al prójimo, a eso se le llama altruismo o voluntarismo y proviene de los individuos, no de los gobiernos.
Así que cuando un político te prometa una despensa, una tarjeta, unos vales e incluso educación, salud, vivienda o felicidad, detente un momento para pensar y cuestionar, mirar fijamente a ese populista y preguntarle: ¿quién va a pagar por tales cosas?; seguramente te responderá: el Estado, es su deber y entonces recuerda que el Estado, cuando se trata de dinero, eres tú y tu trabajo.
Ahora puedes descartar a ese mesías que pretende darte lo que ya es tuyo, pero cuando él quiera, en pésimas condiciones y siempre y cuando lo apoyes a él y nadie más que a él.