El progreso ha sido uno de los conceptos que ha ocupado a múltiples disciplinas a lo largo de los últimos siglos, no es diferente para nuestra región. En América Latina seguimos teniendo aguerridos debates del por qué de nuestro atraso respecto a otras regiones y es común que estas discusiones se intensifiquen en épocas electorales cuando hacemos un recuento de los resultados obtenidos .
En este punto la mayoría de la población está de acuerdo en que algo falta aún y que el rezago sigue siendo evidente, no obstante, el desacuerdo empieza cuando cada quien debe elegir qué propuesta habrá de sustituir la actual y en ese sentido podríamos hacernos los siguientes cuestionamientos:
¿Por qué América Latina sigue admirando la prosperidad americana, el nivel de vida nórdico o incluso el éxito de los tigres asiáticos a la par que seguimos votando por las mismas políticas recicladas latinoamericanas?
¿Por qué admiramos y deseamos marcas y productos de estos países al tiempo que votamos por aquellos políticos que buscan proteger nuestra industria del exterior, ser autosuficientes y volver al campo?
Como región que produce una cantidad importante de emigrantes que mayoritariamente eligen países libres, ¿por qué seguimos votando por aquellos que nos hablan de menos liberalismo como la salida?
¿Por qué si pertenecemos a los países con menores calificaciones en integridad gubernamental y justicia, seguimos votando por los que promueven un gobierno más poderoso?
Basta ver algunos de los mapas sobre libertad económica en el mundo, nuestra región está mucho más cerca de África que de cualquier otra región próspera, al igual que ellos, nuestras principales deficiencias radican en la integridad del gobierno, la efectividad jurídica y los derechos de propiedad. América latina, según The Heritage Foundation es incluso más inflexible en temas laborales que Africa Sub-Sahariana pero con un poco más de libertad comercial.
Si poseemos la evidencia histórica, de los ejemplos de éxito de las políticas que ponderan la libertad frente al fracaso de aquellos que no ¿por qué en América Latina no dejamos de ver surgir y triunfar a candidatos populistas que se presentan a elecciones sin ningún contrincante que defienda con un nivel aceptable la libertad?
Con diferentes matices pero tenemos muchos ejemplos, en México, López Obrador, un eterno candidato que se ha presentado a elecciones cada 6 años desde 2006 sostiene un hipócrita discurso antisistema, mientras sus propuestas reflejan aquellas políticas aplicadas por el priismo arcaico que sugieren mayor injerencia estatal, un gobierno grande y oneroso y por tanto libertades limitadas.
En Colombia, las elecciones se llevarán a cabo este domingo y el triunfo de Petro, candidato abiertamente chavista, es una posibilidad. En el Brasil de Lula, aún hasta hace poco las encuestas le daban una posición privilegiada incluso desde la cárcel y por supuesto aquellos que ya han logrado triunfar electoralmente como Hugo Chávez en Venezuela, Rafael Correa en Ecuador, Evo Morales en Bolivia, los Kirchner en Argentina.
En nuestra región los líderes populistas ganan las elecciones usando los sentimientos que despiertan en la población, no con argumentos y mucho menos evidencia. La izquierda se ha apropiado ilegítimamente del sentido moral de la disputa y se han definido como los únicos defensores de las causas nobles y justas al tiempo que señalan a un enemigo común que explique el porqué de nuestros fracasos.
Para los electores esto no sólo pareciera ser loable sino además cómodo y al ver la popularidad que secuela este tipo de estrategias cualquier político trataría de emularlas. A ninguno de nuestros políticos les interesa educar a las personas en política económica, la motivación es ganar y qué mejor si es con una base de electores que aclaman mayor gobierno.
En el corto plazo ¿qué nos queda entonces a los liberales en este tipo de circunstancias? Aunque los preceptos del liberalismo son lógicos y esbeltos, las diferencias de opinión entre nosotros son siempre presentes. En este caso algunos llaman a ejercer el voto nulo mientras otros convocamos el voto útil.
Para explicar mis motivos seré práctica: la Teoría de Juegos, el área de la economía y las matemáticas aplicadas dedicada a analizar las decisiones, nos provee herramientas y métodos para el razonamiento y la toma de decisiones. Haciendo uso de la misma, sugiero imaginen estas elecciones como un juego de una sola decisión, es decir, una situación conflictiva en la que debemos tomar una decisión, de ésta y la elección de nuestro adversario dependerá el resultado.
Hasta ahora, el escenario pesimista sugiere que nuestro adversario elegirá aquel movimiento que más daño nos hace, es decir, la opción contraria al liberalismo y sus ideales o dicho por su nombre López Obrador. Entonces ¿qué decisión deberíamos tomar? De acuerdo al método Minimax convendría optar por aquel movimiento que minimice la pérdida máxima esperada y dado que en México la figura de voto nulo no tiene validez lo lógica dicta que éste debería ser el voto útil.
Para concluir, no debemos olvidar que independientemente del resultado, el populismo no es un fenómeno aislado, nuestros países descansan sobre una bomba de tiempo que amenaza con ello. Esto exige un compromiso constante y la articulación de un movimiento político liberal que provea de mejores alternativas el futuro.
Para ello, hay que invariablemente generar una visión liberal que también sea grata y moralmente estética, después de todo, no hay que olvidar que no hay nada más democrático y moralmente válido que dejar que sean los individuos, sus decisiones e interacciones voluntarias en pleno uso de su libertad lo que moldee los aspectos sociales y económicos de cada sociedad.