Hace unos días, Andrés Manuel López Obrador, publicó una carta abierta en El Financiero a los empresarios de México y el extranjero, en la cual explica que no hay nada que temer, mas que al miedo mismo de convertirnos en la utopía que todos deseamos que este país sea. Todo esto bajo la autoridad que sus 20 puntos porcentuales de ventaja le conceden, es decir, que sabiendo de su ventaja y que no parece que los otros candidatos le puedan alcanzar, el objetivo es calmar los ánimos, para lo cual expone una serie de puntos que analizaremos aquí.
En el primer punto expone que el principal problema de este país es la corrupción, lo cual aunque discutible se puede aceptar, y que la solución es moralizar al país. El que esto escribe fue a escuela de monjas y desde aquella época me di cuenta que cada vez que alguien invocaba la moral era para, acto seguido, tratar de imponer su visión de lo que era bueno y malo en términos absolutos. Desconozco si López Obrador sea como las monjas que me daban clase, pero sospecho de cualquiera que usa términos lo suficientemente ambiguos para significar cualquier cosa y que ese mismo use lo anterior para separar a justos de injustos.
En el segundo punto se critican los salarios para después desvariar respecto al avión y las pensiones de ex presidentes, lo cual es demagogia pura, ya que aún cuando pase esa ley, no aplicaría para ninguno de nuestros antiguos mandatarios, me sorprende que teniendo asesores como Olga Sánchez Cordero, no sepa que en México la ley no es retroactiva. Por otra parte, los salarios elevados de los funcionarios de alto nivel pueden parecer ofensivos en un país con un alto grado de desigualdad, pero si usted, querido lector, quiere tener a los mejores a cargo tiene que pagarle un salario que vaya de acuerdo a su habilidad o si no, se va a ir a donde le paguen lo que pretende. Una reducción de salarios lo único que logrará será una fuga hacia la iniciativa privada y un descenso en el nivel de gestión de la administración pública.
En el punto tres regresa al tema de la corrupción. No dice, de hecho nunca lo ha dicho, cómo acabará con la corrupción, sino que da a entender que cuando él llegue la corrupción desaparecerá por arte de magia, o por lo que es lo mismo a causa de su ejemplo que es la honestidad. Da a entender que esta última se esparcirá a todos los niveles, por lo que veo también a los estados y municipios, únicamente con su ejemplo, estrategia que no le salió muy bien la última vez que gobernó: basta recordar a gente como René Bejarano, Gustavo Ponce, entre otros. Más allá de lo anterior, en la última oración (gramatical, no religiosa) dice que la inversión pública será utilizada como capital semilla para impulsar la economía, esta idea no es nueva, ya se aplicó en la época de José López Portillo con consecuencias catastróficas para nuestro país, que invirtió en cientos de empresas (hasta de fabricación de bicicletas) que acabaron quebradas, muchas de las cuales terminaron de ser liquidadas hasta el sexenio de Carlos Salinas de Gortari, cuyo costo y deudas fueron absorbidas por el erario público. No hay evidencia que sustente que un aumento en el gasto público aumente la inversión, únicamente lo hace en un primer momento, después del cual el efecto desaparece. Y la implementación de una política como la que se menciona arriba es la definición de un incentivo perverso, que ya vivimos.
En el cuarto punto alude al llamado desarrollo estabilizador, para después curarse en salud diciendo que no lo quieren replicar sino nada más inspirarse en él, total que no se entiende si lo quieren replicar o no. Aunque todos podamos caer en la tentación de pensar que todo tiempo pasado fue mejor, hay que recordar que México era muy distinto entonces. En esa época se experimentó en todo el mundo crecimiento económico acelerado a causa del fin de la Segunda Guerra Mundial y sus consecuencias. México creció, sí, pero el resto de países también, esto significa (y aquí hay que tener mucho cuidado con los escenarios contrafactuales y tomarlos con reserva) que no está muy claro que el llamado milagro mexicano haya sido a causa de ese modelo y que la aplicación de otro no hubiera tenido un resultado igual, o mejor. Si bien hubo grandes como Antonio Ortiz Mena que llevaron, al grado de obsesión, la política de minimizar el déficit y controlar el crecimiento, este se vio limitado por las políticas restrictivas hacia el comercio exterior y la inversión extranjera. La característica principal de dicho modelo, y que ha sido ensalzado por López Obrador una y otra vez, es la sustitución de importaciones, que como su nombre lo dice, consiste en importar menos y consumir más nacional. Aunque esta idea funciona muy bien en los discursos de campaña, en la vida real es una tontería cuyo resultado es empobrecer al país. Pongamos un ejemplo, si a nosotros nos cuesta 100 pesos producir la gasolina y 80 pesos comprarla en otro país, como Estados Unidos, usted estimado lector, ¿qué preferiría? ¿gastar mucho pero hacer emotivos anuncios en la tele envuelto en la bandera o comprar barato, ahorrándole dinero a sus electores y de paso que le sobre dinero?
El punto cinco es una reiteración de que no habrá déficit y que respetará la autonomía de Banxico, esto nos tranquiliza, ya que siempre es bueno que un gobernante te asegure que va a respetar la ley.
El punto seis afirma que, por fin, viviremos en un Estado de derecho sustentado en una frase hecha que proporciona en la carta: se le olvidó mencionar cómo lo pretende lograr.
El punto siete, el problema de la inseguridad. La carta dice que lo solucionará, no dice ni deja ver cómo, solamente que tomará él las decisiones adecuadas basándose en juntas diarias, se entiende que únicamente él tomará las decisiones, no menciona si unilateralmente o a lo mejor le hace caso a algún experto. Lo que sí dice es que formará una guardia nacional, lo que sea que esto signifique. Me extraña que hablen, tanto él como sus asesores, de pacificar al país y al mismo tiempo se rasgan tanto las vestiduras en contra de las políticas de Felipe Calderón, cuando su propuesta de solución es precisamente la misma, al parecer. Total, parece que se arrepiente de lo que dice anteriormente de que todo se solucionará con honestidad y buena onda, para crear una especie de ejército, o el eufemismo que se le ocurra.
En el punto ocho afirma que se eliminarán los fraudes electorales y habrá una democracia incuestionable, no queda claro si esto es una amenaza o política pública, eso nos quedará claro cuando nos explique qué quiso decir.
El punto nueve parece un deslinde del chavismo, del que muchos lo acusan, cuando dice que respetará las libertades y que no confiscará bienes ni se tomarán medidas autoritarias. Básicamente promete, de nuevo, que respetará la ley (tanto prometer eso, empieza a inquietarme), lo cual no es más que paja. Aquí se habla del aeropuerto, lo cual es tema de un artículo completo, y afirma que no lo cancelará sino simplemente se asegurarán de que no haya corrupción. Sobre las AFORES, no debería preocuparse, los trabajadores pueden mudarse de AFORE cuando quieran si la actual no les gusta, al parecer esto tampoco se lo explicaron sus asesores.
El punto diez habla de la renegociación del TLCAN, aquí da a entender que quiere implementar políticas proteccionistas para el mercado mexicano. Aquí debería aprovechar que tiene de propuesta de gabinete a una experta en historia económica para que le explique que el proteccionismo es contraproducente: al eliminar la competencia se encarecen los productos, y estos tienden a bajar en cuanto a calidad, por mencionar algunas obviedades.
En suma, esos diez puntos pudieron haberse resumido bastante en vez de maltratar al lector con un texto repetitivo. El motivo de esta carta es tranquilizar a las personas y en particular a los empresarios. Para lograrlo propone un regreso al proteccionismo, implementación de medidas que han probado ser fallidas, si no es que desastrosas para este país en el pasado, regreso a las decisiones unilaterales del Presidente, y una vuelta a un discurso moralino y nacionalista. Pero no hay de qué preocuparse, ya que él nos garantiza que su honestidad y con eso basta. ¿Está usted más tranquilo? Es pregunta.